Inés Arias de Reyna

«La danza»

Posted by on 22 octubre 2013 | 0 comments

En el principio de los tiempos, vivían Ma y Bo en la oscuridad. Ma soñaba con el abrazo de Bo; y Bo con el beso de Ma. Pero despertaron y, como no se veían, extendieron sus brazos y se tocaron la yema de los dedos. Entonces vino la luz. Y Ma besó a Bo y de aquel beso nacieron las aguas que los inundaron. Al ver lo que había sucedido, Bo abrazó a Ma y de aquel abrazo surgieron las tierras y por primera vez caminaron. Y vieron la diferencia entre la tierra y el agua, y quisieron más.

Bo acarició el cabello de Ma y de esa caricia surgieron los cielos. Ma quiso devolver el cariño y lo besó en los ojos y de ellos nacieron las estrellas. Y se alegraron por ello.

No cejaron las caricias; juntaron las manos y de sus palmas surgieron los vegetales; luego se acariciaron los brazos y esto trajo a las aves; de las cosquillas que Bo le hizo en la espalda a Ma nacieron los árboles; y del beso que ella le dio a él en el tobillo vinieron los animales; y del mordisco que Bo le propinó con dulzura a Ma proceden los peces.

Bo se fijó entonces en los senos de Ma y quiso tocarlos y, al hacerlo, trajo la fertilidad de la que todos los seres se beneficiarían. A Ma le gustó tanto que de su pecho exaltado salió la luna, que Bo lanzó al cielo para que guiara a todos los seres en la fertilidad.

Ma observó a Bo y lo comprendió desnudo y se regocijó de su belleza; de aquel regocijo proviene el fuego.

El ardor que Bo sentía lo vio Ma, que se ofreció a él. Y se acoplaron el uno dentro de la otra, y de aquella unión divina nacieron las mujeres y los hombres, su obra más perfecta.

Cuando hubieron terminado, Bo le regaló una sonrisa, que Ma tomó con curiosidad en una mano y, después de observarla, se la esparció por todo el cuerpo. De ahí nacieron los sentimientos, que ambos ofrecieron a sus hijos.

Entonces se abrazaron con tanta fuerza que se transformaron en uno y se lanzaron al cielo para convertirse en el sol, que llevó su luz a la Creación.

Desde aquellas alturas, observan su obra y siguen iluminándola.

Inés Arias de Reyna
Pedrezuela, 23 de abril 2012

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