El control de Mates sería después de comer, pero a Mauro el agujero en el estómago no le dejaba concentrarse. La profe de Lengua acababa de terminar y ya corrían por el pasillo los niños de comedor. Él salió de clase arrastrando los pies y con un dolor de barriga tan grande como el odio que sentía por ellos.
Le adelantaron los que salían al patio: eran los de tupper. A ellos los miraba con envidia por el arroz con tomate, la tortilla de patata o las albóndigas, que comían en el soportal a resguardo de la lluvia.
Cruzó el portalón de salida y se encaminó hacia el piso de ayuda oficial en el que vivía con su madre. El rostro famélico le acompañó hasta el timbre, que pulsó con desgana.
Un abrazo de piel y huesos lo recibió junto con una sonrisa tan demacrada como inusual.
—¿Qué pasa? —preguntó el niño.
—Hijo, hoy tengo una sorpresa para ti. Ve al salón, anda.
Los ojos del pequeño se agrandaron cuando encontró la mesa puesta y un plato hondo que humeaba. Miró extrañado a su madre, que le apuró para que se sentara.
Cuando ya había dado cuenta de la mitad de la sopa con fideos, ella se le acercó y, tras plantarle un sonoro beso en la frente, le murmuró con voz cantarina:
—Para que vayas con fuerzas al examen.
Inés Arias de Reyna
Pedrezuela, 20 de marzo 2013
Participo con este relato en la iniciativa Primavera de microrrelatos indignados que organizan La colina naranja, Explorando Lilliput, Pliegos volantes y Relatos de andar por casa.
8 Comments
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Temblando me he quedado, esto ya empieza a ser una realidad de las peores, niños que pasan hambre al lado de tu casa y de la mía.
Un abrazo
A mí es que este tema me tiene acongojada y muy indignada.
Se me acaba de cerrar el estómago.
Jo.
Y lo que me duele a leer tu aportación es que es real, que no es ficción, en muchas casas es una realidad.
Besitos
Es lo mismo que me cuenta mi sobrina algunas veces. Qué tristeza, parece que fuera después de la guerra.
Un abrazo grande
Es muy triste. Deberían de implantar comedores gratis o subvencionados en las escuelas para estas situaciones.
Un abrazo.
Luisa, Elysa, Elen, Sara, muchísimas gracias por entrar aquí y dejar vuestro granito de arena. Me alegra saber que mi micro os ha conmovido. Y me entristece mucho saber que está tan cerca de la realidad. Supongo que por eso lo escribí, para denunciar el hambre de nuestros niños.
Es desgarrador tal como lo cuentas, qué pena me ha dado porque he visto venir esa escena protectora y amable de la madre…
Besicos desde mi alambrada