La microliteratura es un género narrativo y el lenguaje narrativo tiene un par de fronteras más o menos claras. Y digo, más o menos, porque en un arte hablar de lindes resulta siempre arriesgado.
Una de ellas es el cambio; otra, el tiempo; y otra, la voz narrativa. Sin tiempo (sin un devenir, un movimiento) no hay narratividad, de la misma forma que, si no hay una voz narrativa que cuenta ese movimiento, tampoco hay narratividad y lo mismo ocurre con el cambio, si no se produce un «drama» (entendiéndolo desde la concepción más clásica y genérica), algo que le ocurra a alguien, tampoco hay narratividad (habrá otra cosa, pero no narración).
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